Reflexiones

Homenaje a Claudio Huepe

Es un honor representar a mi bancada en este homenaje a Claudio Huepe.

Perfectamente pudo ser otro diputado. Varios de ellos compartieron muchos momentos con él, que guardan con cariño y algo de nostalgia. Patricio Hales, María Antonieta Saa, Antonio Leal, entre otros, eran sus amigos, o pudo hacerlo Adriana Muñoz, que integró la Cámara de Diputados junto a Claudio en su último período como parlamentario, entre 1990 y 1994. Todos ellos también vivieron, aún muy jóvenes, una historia común: las grandes transformaciones de los años ’60 y ’70, la pérdida de la democracia, la persecución y el exilio y las historias anónimas de la lucha por la democracia. Podrían contarnos con sus matices muchas de esas historias y cómo sintieron esos episodios, trayéndonos hasta aquí algo de lo que sintió Claudio Huepe en aquellos días.

Pero los estoy representando yo porque queremos destacar que hay un legado; que no es sólo el relato de viejas historias, sino que él dejó una huella y que hay otra generación entera que aprecia sus valores, su vocación, su integridad, su generosidad y la mirada penetrante de su visión política. En los momentos decisivos no se perdió de lo esencial y lo dijo a tiempo, cuando vaya que era duro y difícil decir las cosas por su nombre. Había que tener coraje, convicción y visión de futuro para condenar el Golpe de Estado dos días después del 11 de Septiembre. Él lo hizo junto a otros 12 dirigentes de la DC, algunos de los cuales están aquí con nosotros.

Vale la pena ver cómo en estas semanas toda una camada de jóvenes figuras de la DC ha escrito o ha hablado con tanto cariño y pena sobre la muerte de Claudio Huepe. Dejó una huella en ellos. Y entre muchos de nosotros, que integramos otros partidos, hay una genuina admiración por un demócrata sólido y consistente, por alguien que tuvo una auténtica vocación popular, por alguien que es parte del alma que creó la Concertación. No es una exageración, él condensa en gran parte ese espíritu que le ha dado sustento a la Concertación y él fue un gran articulador de las relaciones de confianza que permitieron su creación.

Ya se ha trazado aquí su historia y por eso, a partir de ese relato, prefiero contar qué veo de esa historia o, dicho de otro modo, qué es lo que nos transmite y nos deja, qué es lo que Claudio Huepe inspira.

Claudio Huepe pertenece al grupo de la DC que participa de los momentos de gloria de su construcción. Es parte de la Patria Joven. No es uno de los “padres fundadores” de la DC, pero es la generación que construyó la DC, que puso en práctica esa idea fundacional, que se movilizó detrás de Eduardo Frei Montalva. Es de los hombres prácticos que se mueven por una convicción. Por eso, apenas terminó sus estudios, se fue como Intendente de la Provincia de Arauco, a un cargo exigente y desafiante. Se fue a armar un proyecto, a trabajar donde era más necesario, a sudar la gota gorda.

No he dejado de preguntarme por qué se fue a Arauco y, también, qué era Arauco en esos años. A mí me ha tocado recorrer esas tierras en estas últimas dos décadas y aún hoy día sigue costando llegar a Lebu, a Cañete, a Contulmo, a Tirúa. Toma tanto o más tiempo que llegar a Punta Arenas o a Arica. Imaginémonos cuánto más aislada era en esas décadas. Si uno se mete a un bosque todavía se escucha el silencio, imagínense cuanto más profundo era en ese entonces. Si ahora hay derrumbes por las lluvias, imagínense los barriales de entonces y cómo costaba cruzar esos caminos en invierno. Si todavía parece una zona virgen, cómo habrá sido en esa época, cómo habrá sentido estar en medio de esa naturaleza tan densa.

Él se va a esa zona, ubicada en el corazón de Chile, pero aislada, pobre y alejada de la mano del Estado. Se va a construir, a superar la pobreza, a promover ahí la participación popular, a vivir ahí la doctrina social de la Iglesia. Claudio se va al Chile profundo y lo recorre en auto, en carreta, a caballo o a mula. Eso cambia la percepción de cualquiera. Ve a Chile desde esa experiencia, esa es su geografía política. Y, creo, toma conciencia del abandono de esos sectores, del aislamiento de parte de Chile, de lo que cuesta sentirse parte de Chile, de lo que genera la desigualdad, de cuánto cuesta romper la inercia de la injusticia.

Esa experiencia también acerca a Claudio Huepe a la izquierda. Comprende el sentido de urgencia de la izquierda, su apuro, a ratos su angustia. Porque sin esa angustia no hay sentido urgencia, no se entiende que los pobres no pueden esperar. Y sin ese sentido de urgencia tampoco se entiende la necesidad de la responsabilidad.

En términos políticos, además, Claudio Huepe era de una cultura de clase media, que sabe que las cosas cuestan en la vida. No era un hijo de la aristocracia que encuentra lindo ayudar a los pobres o que cree que la política es para hacer algo entretenido, excitante o provocador. Se tomaba en serio la política, sabía que las decisiones generan consecuencias… y, por lo demás, el que ande buscando entretención, que se dedique a otra cosa.

Claudio Huepe era de convicciones fuertes. Era un duro de la política, no era blando, pero era unitario. Tenía mucho carácter y al mismo tiempo era amistoso, divertido y cariñoso. Fue un opositor al Gobierno del Presidente Allende, pero era anti-golpista. Tenía miedo de las tentaciones totalitarias, pero quería combatirlas desde la democracia, cuidando sus instituciones. Francamente, no creo que para él haya sido un tema dividir sus decisiones entre una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. ¿Acaso son contradictorias? Me pregunto, ¿son contradictorias? ¿Sirve de algo trazar una muralla china en una distinción de ese tipo? Creo que no.

Esa misma convicción lo llevó a ser, con razón, muy duro con el “dogmatismo sectario” de la izquierda y condenar especialmente “la irresponsabilidad de la ultra-izquierda” en la caída del Presidente Allende. Sería duro y unitario hoy día, no me cabe duda.

Claudio Huepe tenía una visión de la DC como una fuerza reformadora, de la promoción popular y de raíz social-cristiana. Esa visión nos ha dado un amplio espacio de confluencia. Esa es el alma DC que la izquierda aprendió a respetar, a valorar y a comprender como un espacio común.

El talento de Claudio Huepe fue, además, que cultivó los lazos humanos que permitió armar un gran proyecto progresista para Chile.

Ese es su legado.